La bioeconomía será eje del congreso de Maizar y su presidente, Pedro Vigneau, planteó un caso práctico que podría generar miles de puestos de trabajo. El calzado que hoy se fabrica en China con biopolímeros del cereal podría confeccionarse en el país, donde la huella ambiental del cultivo es la más baja del mundo.

La remanida discusión sobre cuánto empleo genera el agro en Argentina podría volverse definitivamente vetusta si se aprovechara el -cada vez mayor- potencial que ofrece la bioeconomía. Por ejemplo, las zapatillas que hoy se fabrican en China con polímeros derivados del maíz podrían ser industria nacional, generando puestos de trabajo en cada pueblo o ciudad donde se instalen plantas para transformar el cereal en moléculas de uso industrial

Así lo sintetizó Pedro Vigneau, presidente de Maizar, en la previa del congreso que la entidad realizará este 31 de mayo bajo el lema «Cocreando la Bioeconomía». Lo hizo con una anécdota: anticipó que volverá a usar su traje de «sorona», una tela derivada del maíz, pero esta vez sumará un par de zapatillas del mismo origen.

«Voy a hacer como un acting en el discurso y me voy a cambiar los zapatos de cuero por unas zapatillas que me compré con suela de biopolímero de maíz», anticipó a Campolitoral. En el congreso de 2022 había sorprendido a los presentes, vistiendo el traje que también lucirá este año, elaborado con una tela que se fabrica mediante un proceso de purificación de almidón de maíz y fermentación con Escherichia coli.

En ese sentido, Vignau adelantó que en el congreso presentarán un trabajo conjunto con INTA e INTI «donde mostramos que el maíz argentino tiene la menor huella ambiental del mundo, por lo tanto Dupont y Reebok (los fabricantes de las zapatillas que lucirá en el escenario), tendrían que venir a fabricar acá». Hoy ese calzado se confecciona en China, con cereal de ese país «que tiene muchísima más huella ambiental», por lo que es «otra de las grandes oportunidades que tiene Argentina».

El dirigente consideró que semejante posibilidad implicaría «generación de trabajo federal, porque al maíz hay que transformarlo lo más cerca posible del lote». Y agregó: «no sirven los proyectos con megafábricas en los puertos; en cada pueblo o ciudad debería haber una fábrica transformando maíz en distintas moléculas para distintos usos; eso debería ser política de Estado y debiera haber una marca país que cuente al mundo cómo se produce en Argentina«.

En la actualidad, a partir del maíz se pueden hacer más de 4.000 productos; «y todos los días aparecen usos nuevos, por esta necesidad de salir de los fósil e ir a lo renovable».

En un año eminentemente político para Argentina, el congreso de Maizar también abordará la demanda de cambios que transmite la población. «Y seguramente el maíz y todo su ecosistema tiene mucho para aportar en un desarrollo federal«, indicó el presidente.

Tras una reciente visita a Brasil, Vigneau destacó la firmeza en el rumbo que la clase dirigente definió hace décadas para el sector. Y lo planteó como modelo. Su producción maicera «ha crecido de forma exponencial y, al revés que nosotros, están transformando el 70% de los que producen y nosotros lo exportamos como granos».

Por ello sugirió: «hay muchas cosas que debemos tomar; nuestros políticos y la sociedad lo deberían ver». Pero también el propio sector debería tomar nota. «Los principales responsables de esto (el potencial desperdiciado) somos nosotros, los que estamos en el campo, porque hemos dejado esos lugares vacíos; no nos hemos ocupado y lo único que hacemos muchas veces es quejarnos».

Para Vigneau, es necesario «pasar a la acción» en la política. Aunque la actividad hoy está vapuleada, «no hay nada más noble que hacer la buena política, que consiste en trabajar por el bien común». Y agregó: «es hora, más que nunca en este momento que la sociedad está receptiva a nuevas ideas, salgamos de nuestra zona de confort y ocupemos esos lugares».

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