FUENTE: Jorgelina Hiba/ Airedigital
De la mano de la intrusión humana en espacios naturales antes vírgenes o muy poco frecuentados, en las últimas décadas se han multiplicado las enfermedades zoonóticas, que son aquellas que los animales transfieren a los seres humanos. Antes de la explosiva irrupción del Covid-19, esa lista incluyó otros virus como el ébola, la gripe aviar, la gripe H1N1, el síndrome respiratorio del Medio Oriente (Mers), el síndrome respiratorio agudo severo (Sars) o el Zika.
Cambios en el ambiente
Los científicos tienen respuestas a esta pregunta: son las actividades humanas las que provocaron alteraciones importantes en el medio ambiente. “Al cambiar el uso del suelo para los asentamientos, la agricultura, la tala o las industrias y sus infraestructuras asociadas, se ha fragmentado o invadido el hábitat de los animales. Se han destruido zonas de amortiguamiento naturales, que normalmente separan a los humanos de la vida silvestre, y se han creado puentes para que los patógenos pasen de los animales a las personas” se explica en la investigación de Naciones Unidas.
Esta combinación entre el crecimiento de la población y la reducción de los ecosistemas y la biodiversidad “derivó en oportunidades sin precedentes que facilitaron la transferencia de los patógenos de animales a personas”. En promedio, según el informe del Pnuma, una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada cuatro meses.
Cambio climático
Mucho menos visible y priorizado que el coronavirus, el cambio climático desencadenado por la emisión de gases contaminantes a la atmósfera potencia la irrupción de nuevas zoonosis.
¿De qué manera? Los expertos han señalado que “los cambios en la temperatura, la humedad y la estacionalidad afectan directamente la supervivencia de los microbios en el medio ambiente, y la evidencia sugiere que las epidemias serán más frecuentes a medida que el clima siga transformándose”.
Además, la crisis climática afecta a los sectores más vulnerables de las poblaciones, sobre todo las rurales. Desde Naciones Unidas señalaron en ese sentido que “las consecuencias repentinas del cambio climático afectan de forma desproporcionada a las personas con menos recursos, lo que aumenta su vulnerabilidad y amplifica las posibilidades de propagación de las enfermedades zoonóticas”.
Ambiente sano, humanos sanos
Los ecosistemas sanos ayudan a regular las enfermedades. Los científicos insisten con esta idea: mientras más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente. Además –dice la ONU–, la diversidad genética “proporciona una fuente natural de resistencia a las enfermedades entre las poblaciones animales”.
A más diversidad, más salud: «Las áreas biodiversas permiten que los vectores transmisores de enfermedades se alimenten de una gran variedad de huéspedes, algunos de los cuales son reservorios de patógenos menos efectivos. Por el contrario, cuando los patógenos se encuentran en áreas con menos biodiversidad, la transmisión puede amplificarse«, concluyeron los expertos.