El evento permitió dimensionar la relevancia de un cultivo y una cadena agroindustrial que no paran de crecer. Y que ofrece múltiples oportunidades para el país.
La multiplicidad de productos alimenticios y no alimenticios que contienen maíz, la sustentabilidad de los cultivos de maíz y sorgo, la oportunidad y el papel en la seguridad alimentaria mundial de los países de América, particularmente Estados Unidos, Brasil y la Argentina, y la necesidad de industrializar más fueron los temas centrales del XVI Congreso MAIZAR, donde disertaron el presidente del Congreso y subgerente general de ACA, Víctor Accastello; el presidente de MAIZAR, Pedro Vigneau, y el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Domínguez.
Tras celebrar el retorno al formato presencial del Congreso luego de tres años, Accastello explicó el porqué del lema de este año, El maíz siempre está: «El maíz está en el desayuno, el almuerzo, la cena: en la leche, los copos de cereales, el huevo, la carne vacuna, de cerdos y de aves. Del maíz provienen los espesantes para sopas, yogures y helados. Y también los endulzantes para golosinas y bebidas. Las burbujas de las gaseosas son hoy gas de maíz. El alcohol sanitizante es un derivado del maíz. Cada auto naftero de la Argentina tiene en su tanque bioetanol de maíz», indicó.
Y detalló otros usos de este cereal: «El dióxido de carbono que se recupera de la producción de bioetanol, se utiliza en el proceso de extracción del litio, que terminará en la batería de todos nuestros celulares; nuevos usos del maíz están sustituyendo derivados de la industria petroquímica: los bioplásticos para envases de gaseosas, las fibras de poliéster para la industria textil, el ácido poliláctico que se utiliza por ejemplo para inyección de autopartes, son derivados del maíz». Incluso, dijo que el futuro de «la electromovilidad sustentable tiene al bioetanol de maíz como una opción muy válida», así como el combustible para aviones, «en pos de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono de este tipo de transportes. El maíz siempre está y será cada vez más protagonista en materia de alimentos, bioenergías y biomateriales».
Accastello se refirió también al trabajo y al valor que agrega la cadena, desde el mejoramiento genético y la biotecnología para generar semillas de alta productividad, los productos de protección y nutrición de cultivos, los ingenieros agrónomos que asesoran desde la siembra hasta la cosecha, el transporte del cereal, la transformación del maíz en proteína animal y los distintos tipos de industrialización. «El maíz es la estrella de la bioeconomía global a la hora de generar alimentos, bioenergías e innumerables productos biológicos, y en la Argentina aún hay mucho camino por recorrer en la materia».
Huella ambiental
Por otra parte, Accastello remarcó que «la huella ambiental del maíz argentino es una de las mejores del mundo, y mejorará más si se obtienen mayores rendimientos de maíz por hectárea, con el uso inteligente de insumos agropecuarios a partir de ambientaciones de lotes y prescripciones variables para la siembra y la fertilización», e insistió en que el cuidado del ambiente es clave para tener accesos a mercados de alto valor. Como ejemplo, remarcó que el bioetanol de maíz argentino puede acreditar con certificaciones que genera un ahorro de emisiones mayor al 70% con respecto a la huella de carbono de la nafta bajo estándares europeos, y gracias a esto la Argentina puede exportar bioetanol a ese exigente mercado. «El maíz es un cultivo imprescindible para una agricultura sostenible. Resulta necesario que en nuestro país se siembre más maíz, y que la transformación de este ‘grano mágico’ en otros productos crezca de manera significativa en cantidad y variedad».
Con un traje hecho en base a maíz, Vigneau hizo un repaso de los problemas que afectan a la cadena, como los derechos de exportación; la brecha cambiaria; la demora en actualizar la Ley de Semillas de 1973; las alícuotas de importación a fertilizantes; la falta de dólares para los insumos que deben traerse del exterior; los saldos técnicos de IVA; la escasez y aumento de precios del gasoil. Y se refirió, como antes Accastello, al problema de que el 75% del maíz argentino se exporte en grano, sin procesar, cuando en Estados Unidos y Brasil, los otros dos grandes exportadores mundiales, la proporción es casi inversa.
«Nuestra cadena se sustenta en los tres pilares del Desarrollo Sostenible: el social, el ambiental y el económico», dijo. En cuanto al social, destacó que cadena maicera genera unos 730.000 puestos de trabajo, incluso exportando tres cuartas partes como grano. «¿Se imaginan cuántos más empleos podrían generarse si se industrializara más en el país?», se preguntó. «Tenemos mucho para crecer en la Argentina, aumentando la cantidad de lo que ya transformamos, así como agregándole valor al maíz con nuevos productos».
En cuanto a lo ambiental, destacó que la cadena «se vale del sistema productivo en siembra directa, que preserva los suelos mediante la no remoción y garantiza un mejor aprovechamiento del agua. Y tiene, como cabeza de rotación, al maíz y al sorgo, que son plantas de carbono 4, con mayor eficiencia fotosintética. Por esto, son una herramienta clave para solucionar el problema de volver a llevar al suelo el carbono que la humanidad está liberando a la atmósfera a través de los combustibles fósiles».
Respecto de lo económico, Vigneau indicó que el complejo maicero aportaría este año al país un valor agregado récord, de USD 17.400 millones, y que es el 2° mayor generador de divisas por exportaciones. «Con los estímulos adecuados, esta cadena puede tener un crecimiento exponencial, y crear mucho más desarrollo federal, porque la transformación del maíz tiene sentido económico, ambiental y social si se produce al lado del lote, de modo de no agregar más huella ambiental».
Maíz y sorgo
Destacó además el papel del sorgo, que, gracias a la gran demanda china, hoy tiene un muy buen precio internacional que empuja su recuperación, «con un potencial enorme para crecer y expandirse, sobre todo en las dos terceras partes de nuestro territorio que son áridas y semiáridas. Y, probablemente, esto estimule el desarrollo de variedad de proyectos, como los valiosos alimentos sin gluten».
Vigneau dijo que la demanda se muestra sólida ya que la población mundial no para de crecer y aumenta su poder adquisitivo, «lo que produce una migración de hábitos de consumo que estimula la demanda de nuestros productos». Además, señaló que la guerra desatada por Rusia «hace que muchos países estén repesando y buscando descentralizar su política de provisión de alimentos, lo que genera una oportunidad grande para países como el nuestro, miembros del selectísimo club que puede exportar alimentos». Y opinó que, si bien el problema del cambio climático quedó desplazado, «cuando el conflicto bélico se resuelva va a volver con más fuerza».
América latina pasó al primer puesto como exportador neto de alimentos, con cerca del 45% del comercio mundial, seguida de Norteamérica, enfatizó Vigneau: «Tenemos una oportunidad inmensa, pero también una responsabilidad equivalente en cuanto a la seguridad alimentaria global. Es hora de apostar al desarrollo del país sobre nuestra producción sostenible, que es bien sólida. Podemos contribuir para disminuir fuertemente ese 40% de compatriotas que está en situación de pobreza, algo que nos duele y avergüenza».
Por otra parte, Vigneau llamó a «seguir profundizando las herramientas para estar aún más alineados con el Four Betters, el marco estratégico de la FAO para 2022-2031: mejor producción, mejor nutrición, mejor medio ambiente y una vida mejor, sin dejar a nadie atrás. También, para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y el acuerdo de Paris». Y llamó a trabajar en conjunto para amalgamar aspiraciones en pos de un sueño común.
El ministro Domínguez recordó que nació en Chacabuco, que fue capital nacional del maíz: «Me ha tocado la bendición de ser ministro en un momento en que el maíz es la estrella», con un «horizonte extraordinario de crecimiento, que no ha alcanzado el techo». Dijo que comparte con Accastello y Vigneau que es un desafío de las políticas públicas avanzar en el valor agregado mediante una mayor industrialización, y llevó tranquilidad acerca de la falta de insumos, como el gasoil y los fertilizantes: «Creo que ni la siembra ni la cosecha del segundo semestre están comprometidas», indicó, y auguró que esta campaña, pese a la sequía, «vamos a tener mejores resultados que los previstos». Por otro lado, celebró el trabajo de la cadena en materia ambiental: «Cuando la guerra termine, nos va a demandar la trazabilidad de nuestra producción». Y destacó que «la agenda del Congreso nos mete de lleno en lo que se viene».