El campo es una industria a cielo abierto, con todas las características que ello implica, sobre todo las relacionadas con el impacto del clima en la actividad. Los contrastes de la campaña agrícola anterior con respecto a la actual se reflejan en los rindes de los cultivos que, como el trigo, pasaron de alcanzar récords productivos, a entregar cifras que ni alcanzan para cubrir los márgenes de indiferencia, o directamente lotes que se perdieron por la sequía.

Desde la ciudad, pocas veces se termina de dimensionar esa capacidad de adaptación al entorno y resiliencia necesaria para reajustar planificaciones, reprogramar estrategias y rediseñar los trabajos de largo y corto plazo de las empresas agropecuarias.

Si en el resto del mundo la actividad productiva se ha transformado en una opción sumamente tecnificada, sofisticada y con márgenes muy finos, las urgencias económicas de Argentina, le agregan la dosis de adrenalina que terminan de catalogarla como de alto riesgo.

Como si fuera poco, el creciente fenómeno global anti campo, que cada día suma más voluntades (algunas bienintencionadas y otras no tanto), trabaja de forma sistemática horadando la imagen de la actividad con argumentos de todo tipo. Disfrazados de ecologistas, agigantan a diario una campaña de desprestigio hacia la ciencia y la producción, e intentan imponer un ideario de regreso a un pasado que idealizan previo a la agricultura moderna, donde la alimentación de la humanidad depende de la recolección de frutos y de métodos arcaicos, que a todas luces fracasarían ante el intento de alimentar a 7 mil millones de personas.

Esto no quita que el sector tenga múltiples desafíos y deudas pendientes: ambientales, productivos, gremiales y hasta cívicos. Como los interpeló Iris Speroni en el Congreso de Carsfe: el camino no es buscar que los quieran, sino el de hacerse valer, aprendiendo las reglas de juego de esta época tan particular, donde la política gremial, el lobby y la comunicación son tan importantes como la producción.

Si el campo no se une entre sí y con los otros sectores perjudicados por este sistema, seguirá siendo el que financie con su esfuerzo el derroche del populismo.

FUENTE: Federcico Aguer/Campolitoral

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